Esto ha llevado a crear clónicos artificiales para fines terapéuticos. En el caso de que alguien tenga quemaduras del 80% del cuerpo lo tiene difícil para sobrevivir, por eso hay que crear un clon.
Se coge un óvulo, se le quita el núcleo y se coge el núcleo de cualquier parte del cuerpo del enfermo y se introduce en el óvulo. El óvulo genera células madre clones del adulto, denominado clonación terapéutica, para estos casos la clonación esta bien vista. En cambio la clonación reproductiva está mal vista.
En 1977 una oveja inglesa conquisto el interés de todo el mundo, Dolly. Era el primer mamífero que había sido concebido en un laboratorio, mediante técnicas de ingeniería genética.
Lo que había creado su creador, Ian Wilmut, era extraer el núcleo de un ovulo de oveja, donde se encuentra toda la información genética, e implantar en su lugar el núcleo de una célula mamaria de otra oveja adulta.
La oveja Dolly no tenia ni padre ni madre, era genéticamente idéntica a la oveja adulta de la que se había obtenido el núcleo de la célula con todo su ADN. Esta técnica recibe el nombre de Transferencia nuclear.
Otro logro importante, pero esta vez investigando la posibilidad de clonación en la especie humana, se consiguió en 2004, 41 de los óvulos a los que se aplico una transferencia nuclear, uno inicio su desarrollo, aunque se quedo en el primer paso, cuando tan solo tenia seis células.
LA REPRODUCCIÓN ASISTIDA, SELECCIÓN Y CONSERVACIÓN DE EMBRIONES.
Cada vez son más las parejas que demandan a la ciencia algún tipo de ayuda para tener hijos. Muchas lo hacen porque la pareja es estéril (según la Organización Mundial de la Salud hay 70 millones en el mundo) y otras porque tienen algún problema que reduce su fecundidad.
El retraso del momento en el que se tiene el primer hijo es una de las causas que provocan esta demanda, pues la edad de mayor fertilidad en la mujer se encuentra entre los 20 y 35 años; la tercera parte de las españolas actuales tienen su primer hijo cuando ya la han pasado.
En la última década del siglo xx se cuestionaron todas las técnicas de reproducción asistida porque surgieron multitud de situaciones que hicieron tambalear los principios éticos y las costumbres sociales.
Habían surgido las madres de alquiler. Por una cantidad de dinero prestaban su útero a parejas necesitadas, mujeres que quisieron ser madres más allá de la menopausia gracias a la donación de óvulos, multitud de blastocitos humanos congelados a la espera de saber qué hacer con ellos.
Un equipo de investigadores canadienses ha presentado en la Conferencia de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología el primer caso de un bebé nacido de un óvulo madurado en el laboratorio y después congelado.
Hijos a la carta.
El diagnóstico preimplantacional es otro de los objetivos actuales de la reproducción asistida.
Las parejas con riesgo de transmitir enfermedades hereditarias desean asegurar la salud de su futuro hijo antes de implantar el blastocito en el útero. La selección de futuros embriones ha comenzado a practicarse. En muchas enfermedades que están ligadas al sexo se puede seleccionar el del futuro embrión para evitar la enfermedad.
Un caso en 1996 se descartaron aquellos blastocitos que heredaron genes sospechosos de cáncer que sufría uno de sus padres.
En 2007 una pareja portadora del gen de una enfermedad genética que provocaba ceguera y retraso psíquico pidió que una clínica analizara los blastocitos obtenidos tras la fecundación in vitro para elegir solo aquel que estuviera libre de ese lastre genético; luego tuvieron una niña sana.
La evolución de la humanidad habrá dejado de ser natural, pero no es imposible, y los criterios sociales cambian.
Hace unos años, la cirugía estética estaba reservada al uso en pacientes accidentados o enfermos; hoy son muchos los que acuden a ella para conseguir una simple mejora estética.
Niños probeta.
La primera inseminación artificial en humanos tuvo como protagonista a doña Juana de Portugal (1439-1475), tía y esposa de Enrique IV de Castilla, llamado el Impotente porque no tenía relaciones con ella, aunque luego reconoció como hija a Juana la Beltraneja. En 1785 fue el primer caso documentado, que fue iniciativa de un profesor de la universidad de París quién administro a su mujer una inyección vaginal de esperma, con la que resultó embarazada.
El italiano Lazzaro Spallanzani hacía pruebas de inseminación artificial en perros, demostrando que eran imprescindibles el espermatozoide y el óvulo para la fecundación.
En 1960, el ginecólogo Patrick Steptoe se planteó las dificultades que tenían muchas mujeres para quedarse embarazadas y que estaban relacionadas con la obstrucción de las trompas de Falopio. Pensó que el problema podría resolverse si se pudiera capturar un óvulo en el momento en que estaba maduro, reunirlo con el esperma en un recipiente de laboratorio para que sucediera la fecundación y luego depositar el blastocito en el útero.
En 1969 unido con el filósofo Robert Edwards, lograron fecundar en laboratorio 13 óvulos humanos de un total de 56. Era la primera fecundación in vitro.
Del azar a la decisión.
El desarrollo de técnicas para conservar blastocitos humanos y células sexuales a bajísima temperatura sin que pierdan potencialidad es otro recurso al que están acudiendo más parejas.
Así pueden mantener la posibilidad de tener hijos propios a pesar de sufrir una enfermedad. Incluso si se da la muerte de uno de los cónyuges.
Existen cientos de miles de blastocitos congelados en las clínicas de reproducción asistida. La mayor parte de ellos son sobrantes de fecundaciones in vitro. Los laboratorios emplean varios óvulos para asegurar la disponibilidad de obtener al menos uno fecundado, y para que la implantación tenga éxito también colocan dos o tres. Los restantes se congelan, y podrían ser utilizados para la obtención de células madre.
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